En los últimos años, ha habido un notable cambio en los vínculos entre las generaciones. Mientras muchos jóvenes planean vacaciones con amigos o superan rupturas amorosas, sus padres, a la misma edad, ya tenían hijos, una casa y un coche. Esta diferencia abismal se debe a varios factores, incluyendo crisis económicas, cambios culturales y la tensión en los precios de la vivienda que han influido en las decisiones de tener hijos.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) analizados por el periódico El Mundo, el porcentaje de jóvenes solteros ha aumentado un 10% desde 2008. En la franja de edad de entre 21 a 39 años, la cantidad de solteros ha pasado del 52,22% al 62,16% en tan solo diez años. Específicamente, entre los 21 y 24 años hay un 97,66% de solteros; entre los 25 y 29 años hay un 81,71%; entre los 30 y los 34 años hay un 49,79%; mientras que de los 35 a los 39 años hay un 33,39% de personas sin pareja.
Este aumento en la soltería también ha afectado a las tasas de matrimonio y natalidad. Las parejas que no se casan han aumentado del 10,4% al 13%, y los matrimonios han descendido del 40% al 25%. La hipótesis de El Mundo es que la menor cantidad de parejas estables ha contribuido a la disminución de la natalidad. “Una mujer que lleve entre 6 y 10 años en un relación vínculo un 18% más de probabilidad de haber sido madre frente a otra sin pareja actual, un porcentaje que crece a un 35% para mujeres que llevan más de 10 años con su actual pareja”, indican los datos.
La tasa de natalidad, que mide los nacimientos por cada 1.000 mujeres, también ha disminuido con el tiempo. Esto sugiere que no solo la economía empeorada influye en la decisión de tener hijos, sino también la falta de vínculos estables.
Miedo al compromiso o búsqueda de libertad
Este incremento en la soltería refleja un alejamiento de las tradicionales vinculaciones amorosas “con etiquetas” hacia modelos más flexibles y diversos como el poliamor.
En este contexto, surge un nuevo concepto que desafía las convenciones tradicionales: la agamia. Este término, derivado del griego "a" (sin) y "gamos" (matrimonio), representa una propuesta radical que cuestiona la necesidad de formar una unión amorosa o romántica. La sexóloga Sandra López detalla que la agamia critica la ideología amorosa que promueve el enamoramiento como un estado emocional que limita la racionalidad y establece expectativas irreales en los vínculos. Para sus defensores, el matrimonio es visto como una limitación a la libertad individual y una imposición que no reconoce la diversidad de formas de relacionarse.
Nerea Pérez de las Heras, conductora del pódcast feminista ‘Saldremos mejores’, describe la agamia como una forma de microfeminismo que desafía la jerarquía patriarcal al poner la pareja heterosexual como el ideal superior. Laura Messina, psicoanalista de adultos, coincide en que movimientos sociales como el feminismo han cuestionado el ideal del "príncipe azul" y el concepto de "media naranja", promoviendo en su lugar la libertad personal y el autodescubrimiento. Messina observa que la agamia puede ser una respuesta a experiencias pasadas de traición o miedo al compromiso, sugiriendo que, aunque la libertad es un beneficio, también puede ser una forma de evitar problemas emocionales.
A medida que la sociedad se aleja de los vínculos convencionales, los nuevos modelos como la agamia reflejan un cambio profundo en cómo se perciben y valoran los lazos personales. Este movimiento plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del amor y el compromiso en la era moderna, desafiando a las personas a reconsiderar sus expectativas y formas de conectar con los demás.