La fidelidad en los vínculos amorosos ha sido considerada durante siglos como un pilar fundamental, pero ¿es realmente un valor inherente a la naturaleza humana? Según el doctor en filosofía Mark D. White, la respuesta no es tan simple. La fidelidad, según White, debería ser una elección mutua y no una imposición, dejando claro que exigirla sin consenso es injusto.
"Si ambos llegáis a la conclusión de que lo que queréis es una relación monógama, es normal que esperes fidelidad por parte de tu pareja", argumenta White. Sin embargo, advierte que si una de las partes no está de acuerdo con la exclusividad, no tienes ningún derecho a chantajearle emocionalmente. Para White, imponer la fidelidad sin el consentimiento de ambos es una violación de la autonomía de la persona.
A pesar de que la monogamia sigue siendo la norma en muchas sociedades, White desafía la idea de que rechazarla implique una falta de moralidad o de amor. "La persona que desea fidelidad tiende a machacar a la otra y tratar de llevarla a su terreno", observa, subrayando que este tipo de comportamiento es tan dañino como la infidelidad misma.
En última instancia, White insta a las parejas a ser honestas consigo mismas y con sus deseos. Si una persona no puede aceptar la monogamia sin sacrificar su propia felicidad, es mejor reconocer esta diferencia irreconciliable y considerar la posibilidad de dejar ir a ese vínculo. "No os martiricéis", concluye, sugiriendo que siempre habrá otras personas que compartan la misma visión de las relaciones y que puedan ofrecer una conexión más auténtica y saludable.