En los consultorios médicos y las aulas, se ha observado un preocupante patrón: niños y adolescentes están durmiendo menos de lo que necesitan. La pandemia ha exacerbado este problema, añadiendo el sobreuso de dispositivos tecnológicos al desajuste de las rutinas diarias: El enfrentamiento constante a las pantallas afecta directamente la calidad del sueño.
La "luz azul" emitida por los dispositivos tecnológicos interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño. Según una investigación de la Universidad de Montfort, Leicester (Reino Unido), los niños que utilizan redes sociales intensivamente duermen un promedio de 8 horas por noche. Considerando que deberían descansar entre 9 y 12 horas, esto significa que pierden casi una noche completa de sueño cada semana.
Stella Maris Valiensi, neuróloga y autora de La ruta del sueño, explica: “Que los chicos duerman poco tiene un costo alt*: se alteran sus procesos hormonales, metabólicos y neuropsicológicos, ya que muchos de ellos se d*n durante el sueñ* nocturno”.
El shock de la Luz Azul
Nuestro reloj interno se activa con la luz del día y, cuando oscurece, la producción de melatonina aumenta, preparándonos para dormir. El enfrentamiento a las pantallas retrasa este proceso. "El cerebro supone que es de día porque todavía está recibiendo luz, no distingue si es artificial o natural, y esto lleva a que se postergue la secreción de melatonina", explica Valiensi. Incluso con los ojos cerrados, la luz de una televisión encendida o un celular puede imposibilitar el sueño.
La cantidad de sueño necesaria varía con la edad:
Hasta el primer año de vida: 12 a 16 horas.
De 1 a 2 años: 11 a 14 horas.
De 3 a 5 años: 10 a 13 horas.
A partir de 6 años: 9 a 12 horas.
Adolescentes: 8 a 10 horas.
Los niños de entre 13 a 17 años, en particular, están biológicamente predispuestos a acostarse más tarde y levantarse más tarde, debido a su producción de melatonina. Esto obviamente afecta el sueño: La constante interacción con la tecnología agrava esta situación y reduce su tiempo de descanso. "Tenemos que saber que cuando niños y adolescent*s duermen, están creciendo. Por eso es necesario reordenar los hábitos para garantizarles el reposo nocturno completo. Si la entrada al colegio es a las 7.30, debería irse a dormir a las 22”, subraya Valiensi.
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