En un mundo donde las mujeres enfrentan la constante necesidad de justificar sus decisiones, desde la maternidad hasta la carrera profesional, es fundamental detenerse y reflexionar: ¿realmente necesitamos explicarnos? Tomar decisiones que se apartan de lo convencional debería ser suficiente sin la carga de tener que defenderlas.
Ser madre, profesional, pareja o amiga conlleva estándares establecidos que pueden generar una carga emocional abrumadora. Este escrutinio viene de nuestro entorno, amistades, familiares e incluso de nosotras mismas. La realidad es que solemos ser nuestras propias juezas más severas.
Fernando Sáenz Ford, cofundador de Coaching Global, destaca que nuestras elecciones, a menudo, chocan con lo "correcto" socialmente. Esto nos lleva a justificarnos de manera continua y a desgastarnos emocionalmente. No es fácil enfrentar las expectativas externas, y cuando lo hacemos, tendemos a convertirnos en "máquinas de explicaciones".
El miedo a no encajar
La necesidad de pertenecer y ser aceptadas es una de las razones principales por las que justificamos nuestras decisiones. Ya sea en la crianza, en los vínculos o en la vida profesional, buscamos conexión y amor. Queremos sentirnos vistas y reconocidas, y cuando esto no sucede, nos invade la culpa y la sensación de rechazo.
En sociedades occidentales, la culpa es una emoción especialmente presente en las mujeres. Esta se origina cuando nuestras decisiones chocan con lo que se espera de nosotras. La presión por adaptarnos al molde y evitar críticas nos lleva a ceder ante situaciones que realmente no deseamos.
¿Y si elegimos sin miedo?
La clave está en priorizar lo que queremos y amigarnos con la posibilidad de cometer errores. Las experiencias de prueba y error son parte del crecimiento. Optar por una vida más auténtica puede significar renunciar a lo establecido: cambiar de trabajo para mejorar nuestra calidad de vida, probar una pedagogía diferente para nuestros hijos o incluso iniciar un proyecto propio.
El riesgo de que algo salga mal siempre existe, pero lo importante es que las decisiones tomadas con conciencia nos permiten aprender y avanzar. No necesitamos justificar cada paso, sino enfocarnos en que nuestra vida refleje nuestras prioridades y deseos.
Perdonar sin pedir perdón
Es común que las mujeres pidamos perdón por decisiones que nos benefician o simplemente por ser diferentes. Pedimos disculpas por priorizar nuestra salud mental, por cambiar de opinión o por no cumplir con expectativas ajenas. Sin embargo, lo que realmente debemos cuestionar es: ¿a quién le pedimos perdón y por qué?
Generalmente, somos nosotras mismas quienes necesitamos reafirmar y validar nuestras decisiones. Nos autoimponemos la necesidad de explicarnos como si buscáramos la aprobación de un jurado invisible.
Menos explicaciones, más acción
Cuantas más explicaciones damos, más refuerzan las dudas y temores internos. Actuar alineadas con nuestras convicciones y aceptar que no siempre encajaremos en los moldes establecidos es el primer paso hacia la autenticidad. Puede que no sea fácil y que la presión social nos haga tambalear, pero mantenernos enfocadas en nuestros objetivos y valores personales es la clave para dejar de pedir permiso.