Los que comparten su hogar con un perro están acostumbrados a su comportamiento olfativo: cuando salen de paseo, el perro olfatea todo a su paso. Es parte esencial de su experiencia, ya que les permite reconocer olores familiares, ubicarse en nuevos entornos e incluso identificar a otros perros que han pasado antes por ese lugar. Pero este hábito tiene una base científica: los perros poseen millones de receptores en la nariz, que envían al cerebro información detallada de lo que perciben a través del olfato.
Esta capacidad olfativa no solo les permite disfrutar del entorno, sino que también puede tener un impacto significativo en la salud humana. Los perros han demostrado ser capaces de detectar enfermedades como el cáncer a través del olfato, gracias a su habilidad para identificar cambios en las moléculas que emiten los humanos.
Además, el estado de la nariz de un perro puede revelar mucho sobre su propia salud. Normalmente, la nariz de un perro está húmeda, lo que le facilita procesar los olores con mayor precisión. Sin embargo, si está seca, no siempre significa que haya un problema de salud grave. A veces, una nariz seca puede deberse a factores ambientales o a momentos puntuales del día. En cualquier caso, si se observa un cambio persistente en la textura o apariencia de la nariz, es recomendable consultar a un veterinario para asegurarse de que todo esté en orden.
La nariz de un perro es, en definitiva, una herramienta extraordinaria que no solo le ayuda a disfrutar del mundo, sino que también puede ser una pista clave para cuidar tanto su salud como la de los humanos que lo rodean. Chequea la nariz de tu peludo de vez en cuando para asegurarte que todo esté en orden.