Cada vez más hombres jóvenes se alejan de la ficción. Figuras como Alex y Finn prefieren invertir su tiempo en lecturas “productivas” relacionadas con temas como la historia o la autoayuda. Esta mentalidad, nacida del culto capitalista a la productividad, posiciona la lectura de novelas como un lujo frívolo y femenino. En su lugar, la no ficción se percibe como una inversión más válida, reforzada por influencias mediáticas que promueven un ideal masculino de superación personal y crecimiento económico, en el que no parece haber espacio para la introspección emocional.
La crisis de la masculinidad moderna también juega un papel clave. En un contexto donde los hombres deben ajustarse a una imagen de fortaleza y éxito, la ficción se ve como una amenaza a ese estoicismo. La lectura introspectiva, según expertos como Suzanne Keen, podría ofrecer una vía alternativa hacia una masculinidad más sana y conectada con las emociones. Sin embargo, la cultura sigue empujando a los hombres hacia intereses más "útiles", perpetuando un ciclo que los aleja del disfrute personal y la empatía que los libros de ficción pueden ofrecer.
Los niños, desde pequeños, son menos incentivados a leer en comparación con las niñas. Esta falta de modelos masculinos de lectura contribuye a una desconexión temprana que luego se refleja en la edad adulta. Si bien las mujeres dominan el mercado de la ficción, los hombres se refugian en la no ficción, contribuyendo a una idea de que leer debe tener un propósito concreto. Sin embargo, la ficción, con su capacidad de generar empatía y ofrecer espacios de reflexión, podría ser una herramienta crucial en tiempos de crisis emocional y social.
A medida que la productividad se convierte en una obsesión, leer por placer parece cada vez más un acto subversivo. En un mundo donde el tiempo es oro, tomarse un respiro para disfrutar de una novela puede ser visto como un desperdicio. Pero quizás, es precisamente esa pausa lo que los hombres necesitan para reconectar con una parte de sí mismos que se ve sofocada por el constante impulso de ser más eficientes. La lectura de ficción, en lugar de ser vista como un lujo innecesario, podría ser un remedio vital contra la crisis de la masculinidad.
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