En una época en la que la independencia se considera un paso esencial, vivir sola puede ser uno de los movimientos más transformadores. Puede sonar extremo, pero el simple acto de estar a solas en tu espacio, rodeada de tu caos y calma, puede enseñarte lecciones que son difíciles de captar en otro contexto.
Aquí exploramos algunas de las razones que explican por qué esta experiencia tiene un valor único en la vida de cada persona, y por qué deberías intentarlo al menos una vez.
Vivir sola: Sin distracciones, solo tú
La psicóloga Marina E. Fernández apunta que “en muchos casos se pasa de vivir en familia a vivir en pareja, sin haber aprendido a vivir de forma independiente". Vivir sola permite encontrarte en una intimidad auténtica, donde no existen distracciones externas.
Es un proceso de descubrimiento que te hace consciente de tus propias emociones, sin la influencia de terceros. Y sí, vivir sola puede exponerte a esos temidos silencios, pero estos también pueden transformarse en momentos de paz y de creatividad.
Comprender la diferencia entre estar sola y la soledad
Seguramente has tenido días rodeada de personas en los que, sin embargo, te sentías sola. Vivir sola te permite entender que “estar sola” no significa “sentirse sola”.
Es más, es una de las formas más efectivas de aprender a disfrutar de tu propia compañía, de abrazar el tiempo que tienes contigo misma. Esto no solo refuerza tu independencia, sino que también te enseña a ver el tiempo contigo como algo significativo y esencial.
Creces y te liberas de las expectativas
Al vivir sola, desaparecen las influencias externas sobre cómo deberías actuar o comportarte. Sin miedo al juicio o la presión de los demás, puedes reconectar con tu autenticidad. Esta experiencia no solo es liberadora, sino que también refuerza tu identidad.
Como afirma el psicólogo Luis García Villameriel, "aprendes qué quieres y qué no quieres, cómo gestionas la vida sin las interferencias de nadie más”. Es una oportunidad para sintonizar con tu voz y actuar según tus deseos, desde dejar que tu salón se convierta en un estudio de arte improvisado hasta cantar a viva voz en la ducha.
Disfrutar de la experiencia: del caos a la serenidad
La vida en solitario viene con desafíos. Habrá días en los que te sientas vulnerable, en los que desearías no comer sola. Sin embargo, cada momento de vulnerabilidad es también una oportunidad para fortalecer tu autoconfianza y tu autosuficiencia. Esta convivencia contigo misma permite que crezcas y te vuelvas más resiliente, en los días buenos y en los malos.
Decidir vivir sola es un acto de autocuidado, una experiencia tan única que quienes la han atravesado suelen atesorarla. Incluso si en el futuro decides compartir tu espacio con alguien, el aprendizaje y la confianza que ganas en este tiempo siempre estarán allí, recordándote que puedes, perfectamente, estar bien contigo misma.