El descenso de la natalidad es un fenómeno complejo que responde a múltiples factores, tanto económicos como sociales y culturales. En los últimos años, el contexto global ha empujado a muchas personas, especialmente jóvenes, a repensar la idea de tener hijos en un futuro próximo o incluso descartarla por completo.
Uno de los motivos principales está vinculado a las dificultades económicas y la precariedad laboral, que han afectado gravemente a las generaciones jóvenes. La imposibilidad de acceder a una vivienda propia y los salarios que no compensan el costo de vida son barreras importantes. ¿Cómo pensar en tener una familia si ni siquiera se tiene la certeza de un hogar estable? Las condiciones actuales, exacerbadas tras la pandemia, han contribuido a que formar una familia se perciba como un desafío difícil de asumir
Además, la desigualdad de género sigue siendo un obstáculo importante para las mujeres, quienes aún cargan con la mayor parte de las responsabilidades de cuidado. El techo de cristal y las dificultades para conciliar una carrera profesional con la maternidad hacen que muchas mujeres decidan retrasar o incluso evitar la maternidad. Las políticas laborales no siempre apoyan la coparentalidad o el acceso igualitario a licencias por paternidad y maternidad?
Por otro lado, el deterioro del entorno medioambiental y la crisis climática también juegan un papel en esta ecuación. La incertidumbre sobre el futuro del planeta, asi como la percepción de que traer niños al mundo puede ser una carga adicional en un escenario ya frágil, lleva a muchos a cuestionarse la maternidad y la paternidad desde una perspectiva ética?
Este descenso plantea desafíos profundos para los países, que ven cómo sus tasas de natalidad caen por debajo del nivel de reemplazo necesario para mantener el crecimiento poblacional, con implicaciones económicas y sociales a largo plazo.