Todo comenzó como una situación simpática, casi naif. El típico tonteo de Gran Hermano que hace que el público shipee a dos participantes y esto derive en una pareja que, con un poco de suerte, logra traspasar la pantalla. Sin embargo, con el correr de las horas, la situación cambió de tenor y terminó convirtiéndose en algo un tanto más sórdido que ha despertado malestar, tanto dentro de la casa como en la audiencia.
Es que lo de Adrián y Maica se encuentra en un punto álgido y, a decir verdad, algo complicado. “Vayamos despacio” dijo ella, algo que él pareció aceptar pero que, rápidamente, derivó en situaciones poco felices, que despertaron estrés dentro de la casa y muchísimas alarmas entre el público.
Los dos extremos están claros. Maica ha expresado de diversas maneras que necesita espacio. Primero lo hizo con miradas, con gestos inequívocos de incomodidad, y luego lo pudo manifestar: Se siente agobiada por Adrián y no teme decirlo abiertamente. Él, en tanto, conversa y deja frases que de cierta manera preocupan. “Estoy siendo un caballero y no recibo nada a cambio”, "Es que soy muy impaciente" le dice. “Es que tú estás teniendo muchos detalles y haciendo mucho para ella, y ella nada’, lo apaña Manu. Mientras, la audiencia toma un partido claro y le dice a la participante que debe “salir de allí”.
Queda claro que las cosas todavía pueden cambiar y evolucionar hacia algo mucho más sano, pero de momento también parece requerir cierta intervención. Lamentablemente, Gran Hermano se vende como “la vida misma” y lo de Adrián y Maica no es más que eso, un reflejo de algo que sucede a diario en muchísimas personas y que ha sido normalizado durante años.