El acceso a la vivienda se ha convertido en la principal preocupación para los jóvenes en España, un problema que va en aumento. Un reciente estudio de la Cátedra Vivienda y Futuro de la Universitat Pompeu Fabra y la Asociación de Promotores y Constructores de Edificios (APCE) revela cifras alarmantes: en los últimos diez años, el poder adquisitivo de los jóvenes ha caído un 10%, mientras que los alquileres han subido un 53%. Como señala Josep Maria Raya, encargado del estudio, “no es que no cambie la cosa, es que será peor porque esa es la tendencia”.
Esta situación está llevando a muchos jóvenes a posponer su independencia y a buscar alternativas para sobrellevar los altos costos de la vida en solitario. En Cataluña, por ejemplo, la edad media de emancipación ha alcanzado los 29 años, y vivir solo es un lujo que pocos pueden permitirse. “¿Cómo vas a pagarte tú solo un alquiler en Barcelona o en Madrid?”, se pregunta una joven afectada por esta realidad. La respuesta más común es esperar a compartir los gastos con una pareja, lo que también limita las posibilidades de llevar una vida independiente sin depender de un vínculo.
La caída en la propiedad de viviendas entre los menores de 35 años es otro indicador preocupante. Hace diez años, el 75% de este grupo tenía un piso en propiedad, mientras que hoy solo el 38% puede decir lo mismo. Este descenso se debe, en gran parte, a los salarios estancados, que se mantienen en torno a los 1.000 euros mensuales desde hace quince años, un panorama que dista mucho del de otros países europeos donde la emancipación es más accesible.
Los costos asociados a vivir solo no se limitan al alquiler. La alimentación, la limpieza y hasta las vacaciones son más caras cuando no se pueden dividir los gastos. “Acabas comprando la fruta entera o el paquete grande porque es más barato, pero te pasas una semana entera comiendo lo mismo”, explica un joven, ilustrando el dilema al que se enfrentan muchos al intentar llevar una vida independiente.
Incluso en términos fiscales, los jóvenes solteros se ven en desventaja. Las personas casadas pueden beneficiarse de una declaración de la renta conjunta, lo que les permite ahorrar más. En definitiva, la falta de políticas efectivas para apoyar a los jóvenes en su acceso a la vivienda y a una vida independiente está generando un malestar cada vez más palpable. Como concluye Josep Maria Raya, “es un trabajo diario, pero necesitamos cambios estructurales para revertir esta tendencia”.