Decir que todo es skincare se ha convertido en el nuevo truco bajo la manga de la industria de la belleza. Lo que antes se llamaba cirugía plástica, ahora se comercializa como un paso más en la rutina matutina.
Desde inyecciones de bótox hasta tratamientos como el Morpheus8, que perfora la piel con agujas a 8 milímetros de profundidad, el mensaje es claro: las líneas entre el cuidado básico y las intervenciones quirúrgicas se están desdibujando.
"No es cirugía, es un retoque": el poder de las palabras
El cambio semántico no es casualidad. Llamar "retoque" o "tweakment" a un lifting facial, o "no invasivo" a un procedimiento que requiere anestesia, no solo minimiza el impacto físico y emocional de estos tratamientos, sino que perpetúa el mito de que la belleza debe parecer sin esfuerzo. Esto responde a una sociedad que castiga la artificialidad pero exige perfección.
Susan Sontag ya lo dijo: “Lo más bello no es lo más natural, sino lo que se ha transformado a través del esfuerzo, pero aparenta serlo sin trabajo alguno”. Bajo esta lógica, la industria convierte procedimientos invasivos en simples extensiones de una crema hidratante.
Lo paradójico es que el proceso queda oculto tras términos que sugieren que cualquiera puede alcanzar ese ideal con una mascarilla y un poco de disciplina.
La trampa de la comparación
El impacto va más allá del lenguaje. Cuando celebridades atribuyen cambios radicales en su rostro a productos de farmacia o tratamientos milagrosos, los consumidores comunes quedan atrapados en un ciclo tóxico de expectativas inalcanzables. Esa crema que promete milagros no hará desaparecer arrugas que, en realidad, requieren un lifting facial para "esfumarse".
Y cuando el bisturí se disfraza de tónico facial, el resultado es una desconexión total entre lo que vemos y lo que es real.
Lo más preocupante es que esto alimenta la inseguridad de quienes, sin los recursos o el acceso a estos tratamientos, se sienten inadecuados. Jóvenes que se comparan con influencers, nuevas madres que no reconocen sus cuerpos en el espejo, mujeres que envejecen sintiendo que su valor disminuye con cada arruga.
¿Qué hay detrás de este espejismo?
La normalización de este "esfuerzo invisible" solo beneficia a una industria que factura millones ocultando las verdaderas historias detrás de la belleza. Porque, al final del día, ¿quién se beneficia más de que todo parezca tan fácil? Desde las marcas de lujo hasta los cirujanos plásticos, todos se alimentan de la ilusión de la perfección sin trabajo.
Llamar "skincare" a un lifting no es solo una cuestión de palabras, es un reflejo de cómo hemos decidido mirar al espejo y qué estamos dispuestos a ignorar para sentirnos válidos. Quizá es momento de devolverle el protagonismo a la piel real, la que respira, cambia y, sí, envejece.