La peseta, la histórica moneda de España que dejó una huella imborrable en la economía y la cultura del país, se ha convertido en un símbolo perdurable de la identidad nacional. Antes de la llegada del euro en 2002, la peseta fue la divisa que impulsó el comercio y las transacciones en España, marcando una era de auge y decadencia que refleja los cambios económicos y políticos experimentados por la nación ibérica.
En el contexto pre-euro, la peseta se estableció oficialmente en España en 1868, tras la Revolución Gloriosa, y se consolidó como una moneda de referencia a lo largo del siglo XX. Durante la dictadura de Franco, aunque la economía estaba fuertemente regulada, la peseta se mantuvo como la moneda de curso legal, representando la estabilidad y la identidad económica de España, a pesar del aislamiento internacional.
No obstante, a partir de los años 80, España experimentó un cambio radical en su economía y política que tuvo un impacto significativo en la peseta. La integración en la Unión Europea en 1986 marcó el inicio de una nueva era de modernización y apertura hacia los mercados internacionales. Durante la década siguiente, la peseta se fortaleció frente a otras monedas, reflejando el crecimiento económico y la estabilidad que España alcanzó en ese período.
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El auge de la peseta se hizo evidente en los años 90, cuando el país vivió un periodo de prosperidad económica y desarrollo. Durante esta época, la peseta se fortaleció frente al dólar estadounidense y otras monedas europeas, permitiendo a los ciudadanos españoles disponer de una mayor capacidad adquisitiva y prosperar en el escenario internacional. Sin embargo, la llegada del euro en 2002 marcó el comienzo del declive de la peseta. La moneda española fue reemplazada por el euro como medio de intercambio oficial, y las pesetas perdieron su valor, convirtiéndose en meras reliquias históricas.