Cuando Borja Prado asumió el cargo en Telecinco, lo hizo con una premisa clara: recuperar la audiencia perdida. Sin embargo, en la búsqueda de ese objetivo cometió uno de los errores más comunes, y a la vez peligrosos, que se pueden cometer. Como consecuencia de eso, el presente lo encuentra con un resultado que parece estar muy lejos del esperado, más allá de que los balances siempre se hacen al final de los ciclos.
Borja Prado simplemente se dejó llevar por las voces de las redes sociales. Por aquellos detractores que avisaban que era “el final de la tele basura” y que la política no tenía lugar en el mundo del entretenimiento. No supo analizar el contexto, ni el peso real que tenían quienes lo marcaban. No leyó entre líneas, no pudo ver más allá que el ruido que causaban unos cuantos que eran ruidosos, sí, pero no tan determinantes como él creía. Solo se dejó llevar, creyó en lo que oía (o leía) y accionó.
Así vetó gente. Vetó programas. Vetó todo aquello que supuestamente estaba mal y que ahuyentaba la audiencia. Lo que no supo ver, por desgracia para él, es que también estaba vetando la esencia y la identidad de lo que era su emisora. Telecinco se observó demasiado en un espejo que le devolvía una imagen distorsionada y que nada tenía que ver con la realidad. Surgió, entonces, esta versión que no era más que una imitación descafeinada de Antena 3, cadena a la que incluso se le intentaron copiar programas, sin alcanzar ni una pizca de su éxito, por supuesto.
‘Sálvame’ tenía razón
Un programa no dura 14 años en la pantalla de casualidad y tampoco se puede pretender que su ausencia pase desapercibida. Se puede intentar quitarle protagonismo o mérito, pero las cosas terminan cayendo por su propio peso. Por eso, los exiliados a los que Borja Prado supo denostar en Telecinco volvieron a triunfar y hasta empiezan a emigrar hacia otras cadenas que piden por ellos. Empresas que, siguiendo el consejo del nuevo SEO de Mediaset, no se dejan llevar por la política y los prejuicios y solo piensan en entretener a quienes confían en ellos. Quizás todo era mucho más sencillo de lo que parecía.
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