La realeza se ha unido en un escenario de deslumbrante elegancia y distinción en la reciente visita de Estado de los Reyes de España, Felipe y Letizia, a Dinamarca. Un encuentro que no solo fortalece lazos, sino que también expone la sofisticada rivalidad entre dos reinas que brillan en su máximo esplendor.
La cena de gala en el castillo de Christiansborg fue un evento marcado por una exhibición deslumbrante de joyas y atuendos exquisitos. Letizia tomó el centro de atención con un deslumbrante vestido azul oscuro, adornado con hojas bordadas con hilo y cristales en tonos prusia y zafiro. Pero fue su elección de joyas la que sorprendió a todos: la Tiara de Lis, una creación majestuosa de Ansorena que data de 1906, un símbolo heráldico de la realeza española. Complementó su atuendo con pendientes largos de zafiros y las pulseras gemelas, un tributo a la reina emérita Sofía. Un conjunto impactante y significativo que reafirma su posición en la realeza.
Mientras Letizia deslumbraba, Margarita de Dinamarca, la longeva monarca europea, optó por un vestido en verde esmeralda, portando una estola de piel satinada. Un atuendo que exuda elegancia y, al igual que Letizia, destaca la joyería y las piezas clásicas. Además, la princesa Mary Donaldson también impresionó con un vestido joya en verde agua y una tiara convertible, una maravilla de pedrería y diamantes.
El evento evidenció la competencia implícita entre las reinas, no solo en su refinado sentido de la moda, sino también en el simbolismo de sus elecciones de joyas. Aunque un encuentro marcado por la camaradería, los atuendos y accesorios proyectan un sutil juego de poder y elegancia entre dos reinas que lideran en la realeza contemporánea.