¿Alguna vez has sentido que, cuanto mayor es tu edad, más rápido parece pasar el tiempo? De seguro que sí, y no te preocupes: no eres el único. La idea de que el tiempo se esté acelerando no parece verosímil, pero, a la vez, resulta curioso que millones de personas sientan, en simultáneo, esa misma sensación. Por ese motivo, la ciencia ha hablado.
En el siglo XIX, el filósofo francés Paul Janet fue uno de los pioneros en dar respuesta a esta pregunta, e ideó la teoría proporcional del tiempo, posteriormente retomada por diversos científicos. Aquí, la idea es, básicamente, que la percepción del tiempo se achica con nuestro envejecimiento debido a que cada período constituye una fracción menor de la totalidad de nuestra vida: a los 10 años, 1 año es el 10% de lo que hemos vivido, mientras que, a los 50, es sólo el 2%.
Pero hay más. A mediados del siglo XX, el psicólogo Hudson Hoagland teorizó que la temperatura corporal influye en cómo se percibe el tiempo, y sería por eso que los niños, que tienden a tenerla más elevada que los adultos, experimentan su vida con mayor lentitud. Asimismo, hace tan solo unos años, científicos de la Universidad de Michigan sugirieron otra potente explicación: en la adultez, nuestro tiempo está cada vez más ocupado por la rutina, y cada vez menos por las actividades novedosas y estimulantes, por lo que el cerebro podría tender a agrupar días similares en un mismo bloque de memoria. ¡Increíble!
Pero, entonces, en definitiva… ¿el tiempo pasa cada vez más rápido? No, en verdad, no, pero la ciencia sí nos ha propuesto diversas explicaciones, coherentes y complementarias, que nos indican que hay muchos motivos por los que se da este fenómeno por el cual, a medida que crecemos, sentimos que la vida transcurre con más celeridad. ¿Os lo hubierais imaginado?
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