En algún punto, el "hustle culture" —esa mentalidad que glorifica trabajar sin descanso— se coló en nuestras vidas. Nos vendieron la idea de que cuanto más tiempo dedicamos al trabajo, más valiosos somos como personas. Ser productivos dejó de ser solo un objetivo profesional, y pasó a convertirse en la vara con la que medimos nuestro éxito personal. Pero, ¿cuándo exactamente dejamos de vernos más allá de lo que hacemos?
Hoy en día, parece que nuestra identidad está atada a cuánto podemos lograr. En redes sociales se muestra el agotamiento como un símbolo de éxito, y descansar es visto casi como un fracaso. Es fácil caer en la trampa de creer que si no estás ocupado, no estás avanzando. Sin embargo, esta mentalidad está cobrando un alto precio emocional y mental. El burnout es un síntoma evidente de este ciclo de sobrecarga laboral.
Y es que la "hustle culture" no solo nos roba el tiempo, también erosiona nuestra percepción de valor propio. Nos obliga a mantenernos en constante movimiento, persiguiendo metas sin darnos espacio para disfrutar de lo que realmente importa: las relaciones, los momentos de calma y, sobre todo, el bienestar personal. El éxito se ha redefinido como un estado perpetuo de estar "haciendo" cuando, en realidad, el verdadero valor está en aprender a detenerse y reconectar con uno mismo fuera del trabajo.
La pregunta clave es, entonces, ¿cómo podemos recuperar nuestra identidad más allá de los logros profesionales? Al desconectarnos del trabajo, podemos volver a conectarnos con nuestras aficiones, relaciones y, en última instancia, con lo que verdaderamente nos define.