Cuando se recuerda el magnicidio del presidente John F. Kennedy, la imagen de su esposa, Jackie Kennedy, en su icónico vestido rosa manchado, se mantiene indeleble en la memoria colectiva. Aquel fatídico 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Texas, no solo marcó el fin de una presidencia, sino también el inicio de una serie de tragedias en la vida de Jackie, quien se convirtió en la viuda de Estados Unidos.
El perecimiento de John F. Kennedy dejó a Jackie Kennedy con un dolor indescriptible. La visión de su marido siendo abatido a pocos centímetros de su rostro es un trauma que difícilmente puede comprenderse sin haberlo vivido. Clint Hill, uno de los guardaespaldas del presidente y testigo de esos momentos, recuerda: "Corría lo más rápido que podía, pero era como si mis piernas estuvieran en arenas movedizas. Recuerdo a la Sra. Kennedy saltando del asiento trasero, sus ojos aterrorizados mirándome, pero sin verme".
La vida de Jackie Kennedy estuvo marcada por múltiples tragedias y desafíos, incluso antes de este evento horripilante. La pérdida de su hijo Patrick en 1963, solo unos meses antes, fue otro golpe devastador. John Kennedy no llegó a tiempo para el nacimiento de su hijo prematuro, quien dejó este mundo dos días después. Este dolor compartido irónicamente acercó más a la pareja en sus últimos meses juntos.
A pesar de su inmenso dolor, Jackie Kennedy enseñó una fortaleza increíble. Durante el funeral de JFK y en los años posteriores, se mantuvo enfocada en sus hijos y en mantener viva la memoria de su marido. Sin embargo, su vida personal continuó siendo tumultuosa. En 1968, Jackie se casó con el magnate naviero Aristóteles Onassis, una decisión que le valió la desaprobación de muchos estadounidenses que esperaban que permaneciera como la eterna viuda de Kennedy. El vínculo con Onassis también estuvo plagada de problemas, y la opinión pública nunca perdonó a Jackie por buscar la felicidad después del deceso de JFK.
En sus últimos años, Jackie Kennedy encontró un vínculo más estable con el comerciante de diamantes Maurice Tempelsman, quien estuvo a su lado hasta su defunción en 1994 debido a un linfoma no-Hodgkin. Clint Hill, en su libro "My Travels With Mrs. Kennedy", describe a Jackie como una dama fuerte y empoderada, mucho más de lo que la opinión pública percibía. A pesar de los múltiples golpes que la vida le dio, siempre enseñó una resiliencia impresionante, dejando un legado de dignidad y fortaleza que aún se recuerda hoy.