El Domingo de Ramos es una fecha importante en la tradición cristiana, marcando el inicio de la Semana Santa. La costumbre de llevar palmas y ramas de olivo en este día tiene más de 1500 años de historia. Estas ramas, bendecidas durante la celebración religiosa, se utilizan posteriormente para obtener ceniza, que se empleará en una liturgia posterior.
Esta tradición del Domingo de Ramos conmemora la Entrada de Jesús en Jerusalén, un episodio narrado en los evangelios del Nuevo Testamento, donde Jesucristo fue recibido festivamente por una multitud que agitaba ramas de árboles y palmeras. Las palmas y ramas de olivo, comunes en la región de Jerusalén, se adoptaron como símbolos para este día.
En algunas regiones, como en el este de Aragón, es costumbre que los padrinos regalen palmas y ramas de olivo a sus ahijados. En todas las parroquias, estas ramas son bendecidas al final de las misas del Domingo de Ramos. Las sobrantes se queman la noche del Sábado Santo, y la ceniza resultante se utiliza para la celebración del Miércoles de Ceniza del año siguiente.
La elaboración de las palmas del Domingo de Ramos, especialmente en Zaragoza, es un arte realizado por hábiles cesteros que trenzan las hojas de palmera tierna para crear elaboradas filigranas. Estas palmas, adornadas con lazos, figuritas y golosinas, son especialmente populares entre los niños, quienes las reciben como regalo y las llevan después de la misa.
El trenzado de las palmas es una tradición antigua que se remonta a procesiones en Jerusalén hace más de 1600 años. En aquel entonces, los fieles colgaban frutas en los ramos de olivo y laurel como símbolo de abundancia, una práctica que con el tiempo evolucionó hacia la decoración con frutas secas y, más recientemente, con golosinas y chucherías.