Lunes 4 de Noviembre 2024
ME DA CRINGE

“Cringe” y el miedo a sentir: cómo la cultura de la vergüenza nos distancia

El miedo a ser “cringe” nos impide conectar con nosotros mismos. La cultura de la vergüenza ha hecho que la autenticidad sea vista como un riesgo. ¿Es posible recuperar una relación genuina con lo que sentimos? Sigue leyendo.

Cringe y cultura moderna. Fuente: (Redes)
Escrito en LO QUE NADIE TE HA CONTADO el

La cultura de internet nos ha regalado la palabra “cringe” como sinónimo de vergüenza ajena. Más que una simple etiqueta, este término encapsula el miedo a sentirnos vulnerables, a arriesgar algo de nuestra propia autenticidad en cada acto. Hoy, ser "cringe" es más temido que ser incorrecto, y este temor se filtra en la manera en que consumimos y creamos arte.

Pareciera que el miedo a ser “cringe” ha convertido el arte en un espacio de expectativas y evaluaciones externas, más que en un canal de expresión genuina. El sociólogo Erving Goffman explica la “gestión de impresiones” como un proceso en el que ajustamos nuestras conductas para alinearlas con las expectativas sociales.

Cringe. Fuente: (Redes)

Es aquí donde la cultura cringe nos controla como una presión invisible, un juez interno que dictamina qué es “seguro” mostrar y qué no. Esta tendencia nos mantiene en el terreno de lo seguro, solo con lo “apto para el consumo social”. Desde esta óptica, la ironía se vuelve un mecanismo de autodefensa, una capa protectora para evitar cualquier conexión sincera, y el arte se vuelve una representación cautelosa, más que un espejo fiel de lo que realmente sentimos.  

David Foster Wallace planteó que la ironía, que alguna vez fue un recurso valioso para cuestionar y desarmar los discursos dominantes, ha perdido su eficacia en la postmodernidad. Según él, la ironía se convierte en un obstáculo en lugar de una herramienta cuando se convierte en el estado por defecto de la cultura.

Cringe. Fuente: (Redes)

En su ensayo E Unibus Pluram, argumenta que la ironía excesiva provoca un vacío, donde el cinismo se convierte en la respuesta fácil, erosionando cualquier posibilidad de autenticidad o significado real. Wallace creía que la ironía, en su estado actual, funciona como un mecanismo de defensa cultural, uno que evita comprometerse emocionalmente, profundizar o tomar posiciones claras.

Esto se vincula muy bien con el tema del “cringe” y la vergüenza, porque el miedo a mostrarse sincero y a fracasar públicamente crea una barrera para conectar genuinamente con el arte, los demás y con uno mismo. La ironía, al igual que la cultura cringe, se convierte en un escudo que protege pero también distancia.

Una distancia que se agranda cada vez más entre nosotros y el arte que consumimos o producimos.

Memes post-irónicos. Fuente: (Redes)

A medida que la autenticidad se ve reemplazada por la constante evaluación externa, pareciera que tememos más a ser juzgados que a no sentir. El miedo a ser “cringe” se convierte en una barrera, impidiendo que exploremos la vulnerabilidad y la autenticidad, aquellas cualidades que hacen que el arte trascienda su propia forma. Quizás, dejar de lado ese miedo sea la clave para devolverle al arte la profundidad y la conexión que le pertenece por derecho.

Cómo escapar al cringe: Hacia una nueva sinceridad

David Foster Wallace. Fuente: (Redes)

Para escapar del miedo a ser “cringe”, necesitamos un regreso a lo que David Foster Wallace alguna vez llamó la “nueva sinceridad”, una propuesta para abrazar la autenticidad sin la sombra del cinismo. ¿Pero cómo podría aplicarse esta “nueva sinceridad” en una época donde lo genuino parece sinónimo de riesgo?

Quizá, el primer paso sea replantearnos el arte no como una mercancía para consumir o un espectáculo para evitar la vergüenza, sino como un espacio para explorarnos sin la presión de impresionar. Esto implica compartir lo imperfecto, la duda, incluso el fracaso, y reconocer que estas experiencias son tan parte de nosotros como cualquier “éxito” digno de Instagram.

Conexiones verdaderas. Fuente: (Redes)

Quizá, la respuesta esté en practicar actos pequeños de vulnerabilidad, compartir una opinión no pulida, celebrar un logro sin exageración, o simplemente admirar una obra de arte sin tener que traducirla a un meme o una broma. Sin duda, mostrarnos tal como somos implica riesgos, pero también es el único camino que nos lleva a una conexión genuina, una donde dejamos de observar la vida como un espectador distante y nos animamos a vivirla sin temor al “qué dirán”.

Suscríbete a nuestro canal de noticias.