La exposición constante a rostros y cuerpos “perfectos” ha convertido nuestras pantallas en vitrinas de lo inalcanzable. Hoy, en las redes sociales, no solo vemos personas bonitas, sino versiones mejoradas de ellas, embellecidas con filtros, ángulos estudiados, y algoritmos que prefieren lo "perfecto". Este fenómeno afecta mucho más que nuestra autoestima; empieza a moldear nuestras ideas sobre quiénes son "dignos" de nuestra atención, quiénes merecen una segunda mirada o incluso una oportunidad romántica.
¿Nos está arruinando el "algoritmo del atractivo"?
La psicología tiene una explicación: cuando te acostumbras a ver caras y cuerpos perfectos a diario, el resto parece palidecer en comparación. Lo que era lindo ahora se percibe como “normal”; lo normal como “insuficiente”. Y esto no solo se da con los influencers, sino también en el cine, la televisión, e incluso en la pornografía, donde los rostros y cuerpos de los actores y actrices se ajustan a un ideal inalcanzable. Nos bombardean con un nivel de atractivo que hace que los encuentros en el mundo real nos sepan a poco.
¿Estamos buscando en la vida real lo que solo existe en la pantalla?
La magia del contenido digital es que nos permite sentir que estas personas increíbles están a un clic de distancia, generando la ilusión de que también están a nuestro alcance en la vida real. Esto puede confundirnos, especialmente en el terreno de las citas, donde la expectativa visual está tan elevada que puede disminuir el interés por las personas que conocemos de manera presencial. Las redes nos proponen un menú infinito de opciones, y esto nos hace pensar que siempre hay alguien más allá, alguien mejor. Pero, ¿cuántas de esas conexiones “ideales” existen realmente?
Desintoxicar el ojo: ¿es posible escapar de esta burbuja?
Si bien puede parecer inevitable que el atractivo digital distorsione nuestras expectativas, tal vez haya soluciones más sencillas de lo que pensamos. Limitar nuestro tiempo en redes sociales y en apps de citas podría ser un comienzo; reducir nuestra dependencia de estos espacios digitales nos permite reconectar con personas reales. ¿Y si nos dedicamos a disfrutar del aquí y el ahora, apreciando las imperfecciones y las sorpresas que solo se encuentran fuera de la pantalla?