En un mundo donde el teléfono móvil se ha convertido en una extensión de nuestra mano, la tendencia de convertirlo en un “dumb phone” (o teléfono tonto) no deja de ganar popularidad. Este fenómeno está en auge entre aquellos que buscan recuperar un poco de paz mental y autonomía. La idea no es tanto deshacerse del smartphone, sino quitarle todas esas funciones que nos distraen y nos mantienen atados a la pantalla. Pero, ¿por qué alguien querría reducir su teléfono a algo tan básico? ¿Y cómo se logra ese cambio? Vamos a profundizar en ello.
Por qué convertir tu smartphone en un dumb phone
Vivimos en la era de la hiperconectividad, y aunque tener acceso a la información y a las personas en todo momento tiene sus ventajas, esta accesibilidad también tiene un costo: nuestra atención. Un estudio de la Universidad de California, Irvine, revela que se tarda, en promedio, 23 minutos en volver a concentrarse después de una interrupción. Imagínate entonces lo que implica recibir notificaciones constantes de redes sociales, mensajes, correos y más. La tendencia de los dumb phones surge como respuesta a la sobrecarga tecnológica y a la necesidad de poner límites al acceso constante que nos ofrecen los smartphones. Al reducir el móvil a funciones básicas como llamadas y mensajes, eliminamos la tentación de revisar constantemente nuestras redes sociales, aplicaciones de noticias y entretenimiento.
Paso 1: Limita las aplicaciones y notificaciones
Una forma efectiva de iniciar el proceso es limitando las aplicaciones que tienes instaladas. Esto significa deshacerte de todas aquellas que no sean estrictamente necesarias. ¿Realmente necesitas Facebook, Twitter, Instagram y TikTok en el móvil? Intenta mantener solo lo esencial, como aplicaciones para llamadas, mensajes y algunas herramientas de productividad, si realmente las necesitas. Además, puedes desactivar todas las notificaciones no urgentes. Dale prioridad a aquellas que impliquen una comunicación directa, como mensajes o llamadas de personas importantes, y bloquea las demás. La idea es que tu teléfono no se convierta en un imán de atención.
Paso 2: Usa el modo “blanco y negro”
El color es un atractivo visual que estimula nuestro cerebro, haciéndonos más propensos a interactuar con la pantalla. Activar el modo de escala de grises en tu teléfono es un truco sencillo pero poderoso: al convertir la pantalla a blanco y negro, los iconos de las aplicaciones dejan de ser tan llamativos, y con ello, disminuye el atractivo de revisar constantemente las aplicaciones. Muchos usuarios que han probado este método reportan que el impulso de revisar las redes sociales disminuye, ya que la experiencia se vuelve menos visualmente estimulante.
Paso 3: Configura límites de tiempo para las aplicaciones
Si no puedes o no quieres deshacerte de todas las aplicaciones, establece límites de tiempo para aquellas que te distraen. La mayoría de los teléfonos tienen funciones de control de tiempo que permiten restringir el uso diario de aplicaciones específicas. Configura, por ejemplo, 10 o 15 minutos al día para Instagram o Twitter, y cuando se acabe el tiempo, el teléfono te bloqueará el acceso. Esto te ayuda a ser más consciente de cómo y cuándo usas estas aplicaciones, limitando la cantidad de tiempo que pierdes en ellas.
Paso 4: Invierte en un teléfono de bajo costo o en un feature phone
Si la tentación de revisar tu smartphone es muy grande, otra opción es invertir en un feature phone, aquellos teléfonos básicos que solo ofrecen funciones esenciales como llamadas y mensajes. No hace falta que te deshagas de tu smartphone por completo; simplemente úsalo en casa o para ocasiones en las que necesites un acceso puntual a internet. Durante el día, usa el móvil básico y disfruta de la libertad que trae consigo. La diferencia en tu capacidad para mantener la atención y desconectar de la sobrecarga digital será notable, y puede que incluso te encuentres disfrutando de esta “nueva” forma de vivir.
Convertir tu smartphone en un dumb phone es un acto de resistencia en una era de distracción constante. Es una forma de recordar que, aunque la tecnología nos facilita la vida, también tenemos el poder de decidir cómo y cuándo queremos estar conectados.