El vestido flamenca verde y blanco, con los colores de la bandera de Andalucía, que lleva Rocío Jurado, apenas se puede distinguir de la túnica de cristianar de la pequeña Rocío Carrasco, que replica los bordados que lleva el de su madre. A su lado, Pedro Carrasco, mucho más sobrio, de corto y con camisa de chorreras, acompaña, quizás tan nervioso como el día del nacimiento de su hija, aquel en el que exclamó a viva voz: "Soy padre, soy padre". La iglesia Nuestra Señora del Rocío los acoge.
Toda la tranquilidad y calma que se respira en ese momento, no existe puertas afuera del recinto. Allí, una multitud se agolpa con el objetivo de ver a la heredera de Rocío Jurado y Pedro Carrasco, cuyo nacimiento se había vivido como todo un suceso. Los primeros empujones no tardan en llegar, ni en derivar rápidamente hacia una avalancha humana en la que todo el mundo hace lo posible por zafarse, en un repertorio que incluyó hasta mordiscos. Así se produce el primero de los desmayos, pero no el único de esa tarde.
“¡Qué disgusto, Dios mío! Qué espectáculo, nunca imaginé que pudiera suceder esto, tanta gente en una iglesia para ver el bautizo de mi [pequeña]”, exclama Rocío Jurado, sin poder creer lo que causaba el bautismo de Rocío Carrasco. Luego, la cantante y el deportista toman la decisión de cambiar de planes y no sumarse a la romería de camino hacia la ermita. “Sé que nos quieren, pero cuando menos te lo esperas puede suceder una catástrofe”, remarca la tonadillera para justificar la modificación en la agenda.
El destino de Rocío Jurado, Pedro y Rocío Carrasco tras el incidente
Tras el bautismo, Rocío Jurado, Pedro y Rocío Carrasco viajaron al pueblo natal para ver a la madre de la cantante, que había sido recientemente operada. Allí, la familia pasa días felices, tranquila, lejos de todo el caos y el desorden que se había generado solo algunas horas atrás.