¿Cuántas veces has mentido en tu vida? Siempre, de alguna u otra manera, la mentira -piadosa o no- viene a salvarnos del presente, pero, como consecuencia, nos condena el futuro. Sin embargo, hay mentiras que pasan a un plano superior que una simple trampita de la realidad y condiciona los vínculos de las personas que rodean al mentiroso. Para ello, la psicóloga Valeria Sabater se centró en un curioso estudio realizado por la ciencia para explicar el funcionamiento del cerebro que, para sorpresa de muchos, es considerado una habilidad que se entrena a diario.
Neurólogos admiten que el cerebro de una persona mentirosa funciona diferente. Asimismo, según sostiene la ciencia, este entrenamiento suele estar acompañado de inmunodepresiones tales como los reflejos corporales que lo delatan ya sean mediante un gesto o el cambio en el tono de la voz. "Cuando alguien miente de forma repetida deja de tener una respuesta emocional ante sus propias falsedades. Así, y ante una ausencia total de sentimientos esta práctica se hace más fácil y se convierte en un recurso habitual", afirma Sabater. No obstante, no sólo es considerado una patología a nivel científico, sino que los expertos reconocen la plasticidad del cerebro para adaptarse a los estímulos del paciente que padece este trastorno: "La mentira es al fin y al cabo una habilidad como cualquier otra, y que, para mantener un buen nivel de excelencia, basta con practicar a diario".
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En otras palabras, la ciencia arrojó como resultado de diversas técnicas de diagnóstico donde todos llegaron a la conclusión de que "la personalidad deshonesta es el resultado del entrenamiento y la habituación continua". Por este motivo, se produce un estado progresivo de desensibilización lo que lleva al paciente a hacer de ellas un estilo de vida. Ante esto, Tali Sharot, profesora de neurociencia cognitiva de la University College de Londres asevera que hay un órgano indispensable del sistema humano que se ve afectado de manera directa: las amígdalas.
La advertencia de la ciencia para esta patología
Es indefectible que la persona mentirosa no sienta emociones de culpa, arrepentimiento o remordimiento, todo lo contrario. El mentiroso llega a creerse su discurso disociado. "Cuando este enfoque es habitual, la amígdala deja de reaccionar, crea tolerancia y ya no emite ningún tipo de reacción emocional", explica la analista. Es así que la ciencia advirtió un hallazgo que lo explica todo: "En un experimento realizado por el propio doctor Ariely reveló que la estructura cerebral de los mentirosos patológicos dispone de un 14% menos de sustancia gris. Sin embargo, presentaban entre un 22 y 26% más de materia blanca en la corteza prefrontal", resaltó Sabater. Como consecuencia directa, hizo hincapié en "quien ya no ve que sus actos tienen consecuencias sobre los demás, pierde su nobleza, la bondad natural". Finalmente, sentenció: "Podríamos decir que tras esa persona que opta por hacer de la mentira su forma de vida, hay una serie de fines muy concretos: deseo de poder, de estatus, de dominación, interés personal".