El 1 de junio de 2006, Rocío Jurado pasaría a la inmortalidad. Tras su partida terrenal, su nombre se ha convertido en un inmenso símbolo popular que desafió las estructuras de su generación, aunque también ha vivido a la sombra de sus propios temores. En un nuevo aniversario de su nacimiento, se hace inevitable repasar los aspectos más minuciosos de su vida.
Desde siempre, Rocío Jurado ha demostrado ser una artista polifacética: actriz, cantante, estrella televisiva y hasta reportera. Lo cierto es que esta convergencia de aptitudes han sido impulsadas y sostenidas, en cierto modo, por el contexto político de su época, durante el cual los contenidos como los que ella trataba solían ser vetados o incomprendidos.
De hecho, Rocío Jurado fue una de las artistas precursoras en poner sobre la mesa determinados derechos y convenciones culturales vinculadas al rol femenino en su sociedad. En ese contexto, su elevada popularidad le permitía escapar a las restricciones vigentes por entonces.
Su vida sentimental también ha sido motivo de diversos análisis. Lo que muchos no saben es que la cantante ha conocido a quienes fueron sus maridos de maneras muy particulares: mientras que a Pedro Carrasco lo conoció luego de que este acudiera en su ayuda de manera espontánea tras padecer un desmayo en plena calle, a José Ortega Cano lo vio por primera vez en una consulta médica (con una pequeña trampa reconocida por el torero para cruzarse con ella). Sin dudas, Rocío Jurado ha experimentado una vida repleta de historias fascinantes.