Arturo Pérez-Reverte es uno de los escritores contemporáneos más reconocidos y aclamados de la lengua castellana. Detrás de su pluma no solo se encuentra su talento, sino también las vivencias de alguien que ha emprendido un sinuoso camino para intentar comprender la naturaleza del ser humano en todas las formas posibles.
“Para mí la escritura es un trabajo, no es un arte, a mí no me llegan las musas”, dice en una frase que se atreve a poner en jaque a una de las creencias más populares sobre el mundo de la literatura. En esa entrevista, concedida a Squire, agrega que se levanta a las ocho y trabaja ocho horas, aunque no lo quiera hacer, y que cada novela implica leer, viajar, documentarse y observar el mundo que va a retratar. “Cuando termino, busco otra historia que llene el vacío de ese punto final”; explica, en lo que se podría tomar como el bucle de su vida.
Arturo Pérez-Reverte no romantiza la escritura y se atreve a definirla como una rutina, de la misma forma que haría cualquiera con un trabajo que no es de su agrado. No lo hace para querer marcar distancia, sino porque su propia trayectoria lo ha llevado a esta situación. Sin embargo, no teme reconocer que esa misma literatura volcada, desde su perspectiva, en libros escritos por personas cansadas y rutinarias ha sido la que le ha salvado la vida en más de una ocasión. “¿Cuántas veces ha pensado “de esta no salgo vivo?”, le preguntan en esa entrevista, algo a lo que él responde con un: “Muchas veces. ¿Cuántas?, no sé, cien o ciento y pico”
Esos dos factores, de los que se podría hablar a lo largo de párrafos interminables, han sido los que han definido a Arturo Pérez – Reverte. Ese es su secreto, su manera de entender y comprender la literatura, despojándola de la belleza mágica que algunos pretenden imponerle, pero entendiendo, a la vez, que sin ella, quizás, no estaría vivo.