En algún momento, la mencionada, polémica y llamativa salida de la corona del Príncipe Harry y Meghan dio atisbos de ser una gran movida de marketing personal. Es decir: ante una familia real que se desmorona ética e institucionalmente, una pareja de jóvenes enamorados que renuncian a los derechos (y obligaciones) reales, sonaba a cuento de amor. Pero nada más lejos.
Sí, en algún momento Harry y Meghan fueron tratados por la gente y por la prensa como verdaderas estrellas de rock. Pero duró poco. La confusa relación con la corona indigna, principalmente al pueblo británico, el cual paga con sus impuestos los gustos reales de Harry y su esposa. Es que el Príncipe Harry aún quiere gozar de ciertas facilidades de la realeza.
Sucede que los Duques de Sussex visitarán Gran Bretaña en los próximos meses y, para eso, quieren contar con seguridad oficial brindada por policías de Scotland Yard. No quieren seguridad pagada de su bolsillo. Alegan que la seguridad oficial - que brinda el Palacio de Buckingham- es más óptima. Incluso el Príncipe Harry amenazó con llevar este asunto a la justicia.
Esto indignó a los británicos. Por su parte, la Familia Real lanzó un comunicado explicando que los duques tendrán total seguridad si visitan a la Reina o cuando estén en su casa de Forgmore, pero el problema sería si desean emprender negocios lucrativos, actividades benéficas o sociales en otro lugar. Hasta ahí llegaría la compasión real. Y el Príncipe Harry está furioso. Pero hay algo peor: los británicos también lo están y no soportan los berrinches reales del ex royal.