La negligencia de los médicos es un tema del que debería hablarse más. Si bien hay que seguir apostando por la medicina y sus innegables logros y consenso científico, hay que decir que, en la parte humana del ejercicio de la profesión, muchas veces falla. Así nos cuenta Sonia Ferrer, quien, inspirada por el relato de una periodista que cuenta su experiencia luchando contra un cáncer, se animó a develar una parte de su vida muy complicada, donde la negligencia médica casi le cuesta la vida.
"Yo tenía 15 años y un tumor de hueso en la columna que me estrangulaba la médula. Una supuesta eminencia en traumatología le dijo a mi madre que tenía un dolor imaginario y que solo quería llamar la atención. Lo que empezó siendo ocasional, se volvió diario" cuenta Sonia Ferrer. No solo se topó con "eminencias" de la traumatología, sino que también de otras áreas de la medicina, a medida que iba haciendo consultas con distintos profesionales porque su dolor le traía complicaciones en otras partes del cuerpo.
Sonia sigue su relato: "Caía al suelo y convulsionaba con unos dolores inhumanos. Intentando calmarlos, me pinchaba Nolotil a diario y tomaba todo lo que llegaba a mis manos y claro, mi orina acabó manchada de sangre. Tenía ya 16 y un 'gran' urólogo insinuó delante de mi madre y mi abuela que viviendo sola en el extranjero, a saber con quién me habría acostado y qué infección podría haber pillado (vivía sola, sí, pero seguía siendo virgen aunque nadie parecía creerme). Un dentista me quitó las muelas del juicio porque sin duda se debía a un dolor reflejo"
Luego, concluye": Y así casi tres años hasta que el Dr. Frederic Font Vila pensó que aunque no tenía la edad de la estadística, podía tener lo que tenía. Con casi 18 años ya el tumor era demasiado grande para que el riesgo de tocar la médula al quitarlo no fuese casi inevitable. Acabó todo bien porque aquí estoy, caminando y bien, pero pudo no haber sido así. Nunca, ninguno, supo decir 'no sé lo que te pasa'. ¿Tan difícil es?" preguntó Sonia Ferrer. El relato de la actriz inspiró a que mucha gente utilizara Twitter para narrar sus desventuras con la medicina. Si bien hay que confiar en los médicos, siempre hay que intentar hacer consultas paralelas con otros profesionales de la salud matriculados y ante poner, ante todo, la vivencia de la enfermedad.