La paciencia de la Reina Isabel II tiene un límite y tanto Meghan como su nieto el Príncipe Harry ya lo cruzaron. El llamado Megxit - la salida de los duques de Sussex de la corona, comparado con el tsunámi que provocó el Breixit- y sobre todo la conducta que tuvieron los jóvenes después de romper el cordón umbilical con la corona, hizo que la Reina tomara cartas en el asunto. Al parecer, ya está contactada con especialistas en difamación y se viene una batalla legal en el seno de la familia real sin precedentes.
Puede que llamar Lilibeth - apodo con el que se referían a la Reina Isabel cuando era niña - haya sido una molestia para la Reina, en este juego dicotómico de "pertenezco a la realeza pero la critico" ya irritó a la monarca. Y piensa cobrarse las irreverencias del Príncipe Harry y la duquesa Meghan.
Tanto la entrevista que dieron con la presentadora Oprah Winfey como los sucesivos contratos comerciales, donde su única labor es difamar el nombre y honor de la monarquía inglesa, que incluye acuerdos con Spotify y hasta un libro donde se autoproclaman los "modernizadores" de la corona, fueron motivo suficiente para que a Reina Isabel olvide el vínculo de sangre o el qué dirán de la prensa e inicie acciones legales.
La mayor contradicción que tanto los detractores como la Corona misma encuentran en el discurso de Meghan y Harry es: si ya se salieron de la Familia Real, ¿por qué siguen usufructuando con el nombre de una institución que les dio todo? Además hay otra contundente crítica que se centra en la figura de Meghan: ¿tan poco sabía de la monarquía cuando aceptó ingresar a la familia? Llegó a decir que no sabía que tenía que hacer una reverencia frente a la Reina, algo que es de conocimiento popular. Estas incoherencias ya hartaron a la Reina quien iniciará una fuerte batalla judicial.