Las figuras famosas son las grandes protagonistas de los programas del corazón, de eso no quedan dudas, pero en varias ocasiones los colaboradores toman ese lugar de estrella y consiguen desviar la atención hacia ellos. Vamos, no es fácil llenar cinco horas de programa con puras noticias, entonces un poco de ficción y “arte audiovisual”, como lo definió una experta en el documental de Anabel Pantoja, siempre funciona.
De periodistas/colaboradores a actores de una novela interminable, ese es el rol de estos personajes en programas como Sálvame o Viva la vida y es absolutamente valorable que siempre tengan algo nuevo para contar o hacer cuando un tema está aburriendo. El ejemplo más reciente es lo que sucedió con Antonio Canales, en un verano con pocas polémicas ante la ausencia de las estrellas del año, los descendientes de Rocío Jurado y su familia política, y que los Pantoja rinden cada vez menos, Sálvame tuvo que hacer todo un teatro del despido de un colaborador.
Poco más de ochenta días le bastaron a la producción del programa para darse cuenta que el bailaor no rendía y no era el perfil que necesitaban. Sin embargo, en su polémica despedida donde disparó para todos lados, el programa se llevó la noticia de la semana que seguramente será explotada hasta la última edición del viernes y probablemente en los otros platós de Telecinco.
En otra decisión para reavivar el programa, mientras se espera que Carrasco regrese con su documental y Olga Moreno acepte un trabajo en Mediaset para volverles a dar material, ellos eligieron hacer un análisis del trabajo de Anabel Pantoja. Lo que no se dieron cuenta es que la audiencia no esperaba ver algo que ya sabe: que la joven entendió cómo funciona la televisión y logró monetizar cada pequeña discusión en directo hasta convertirse en la influencer que más dinero mueve en redes sociales.
Los televidentes esperaban encontrarse con un resumen de las peleas de Anabel o un clip con cada momento en el que discutió y lloró por Kiko Rivera porque, una vez más, la colaboradora es la gran estrella del programa y la que más contenido genera sólo con estar sentada en su silla. Ese lugar lo supo dominar a la perfección Belén Esteban, quien en su momento fue la pionera en esto de ser el centro de atención y estar presente en cada conflicto existente.
José Antonio Avilés es otro ejemplo de colaborador devenido en actor. En Viva la vida ya no soportan sus mentiras, inventos o “equivocaciones”. Si bien él utiliza una forma un poco cuestionable para desviar la atención hacia sí mismo, siempre consigue que se hable de Avilés antes que del protagonista de una nueva noticia. Incluso ha logrado que le pregunten por su ruptura con un joven con el salió apenas unos meses cuando a nadie presente en el plató le interesaba.
Con todos sus esfuerzos, Avilés largó unas lágrimas en directo que hicieron que Emma García le preguntase qué le pasaba, a pesar de estar hablando de otro famoso. Él no dudo en contar cada detalle de su dolorosa separación con Antonio Vega y llegó a pedir que la producción de Viva la vida lo llame para que cuente su visión, eso sí es darlo todo por la cámara. Tiempo después, se le cumplió el sueño y su ex llamó, lo crítico hasta el punto de hacerlo llorar y tener un camarógrafo enfrente mientras sufría en el baño.
Un aplauso hay que darles a estos personajes que tapan esos agujeros en la trama de los programas del corazón ante el aburrimiento o la falta de noticias. Esos momentos de pura ficción o realidad exagerada que nos regalan Kiko Matamoros y sus conflictos familiares, las hermanas Campos con su ida y vuelta con Kiko Hernández que incluye las opiniones de Alejandra Rubio, muchos otros más y todos aquellos nombrados anteriormente. Imaginamos a los directores frotándose las manos cada vez que los colaboradores toman la posta y a la audiencia atenta a la pantalla con un paquete de palomitas en la mano.