En el día de ayer, lunes 5 de julio, recorría el mundo la triste noticia de que Raffaella Carrà, a sus 78 años, ya no se encontraba entre nosotros. “Raffaella nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento resplandecerán por siempre” fueron las palabras con las que Sergio Capino, última pareja de la cantante, anunciaba su fallecimiento.
La artista fue un ícono por muchos motivos, pero uno de los más importantes se debió a su constante mensaje de practicar el amor de manera desprejuiciada, buscando el goce y el placer como meta final, a lo largo de su carrera. Una impronta revolucionaria, especialmente para la década del setenta y del ochenta, y que le trajo problemas con el mismísimo Vaticano.
Rápidamente, Raffaella fue abrazada por la comunidad LGBT+, que por esa época contaba con pocas estrellas que reivindicaran sus derechos. Canciones como “Lucas”, donde Carrá habla de un amor adolescente al que ella, un día, encuentra abrazado a otro joven, se convirtieron en himnos para quienes sentían que la sociedad les daba la espalda.
“Para hacer bien el amor hay que venir al sur. Lo importante es que lo hagas con quien quieras tú” cantaba la diva en uno de sus mayores hits, enfatizando siempre en lo crucial que es poder ejercer la libertad de amar a quien uno quisiera. Algo que, tristemente, en la actualidad todavía muchas personas aún no entienden.