La historia del cine no solo está atravesada por los grandes directores que supieron cómo conquistar al público con su talento, sino también por la moda. Hay ciertos atuendos icónicos que supieron robarse el protagonismo del otro lado de la pantalla, a tal punto de ser imitados por miles de personas en todo el mundo. Otros, resultaron trasgresores para las distintas épocas en que fueron filmadas las películas.
En primer lugar, y uno de los más icónicos al igual que la actriz, fue el vestido blanco con escote en pico, hombros descubiertos y falda de tablas que lució Marilyn Monroe en La tentación vive arriba, estrenada en 1955. Firmado por William Travilla, se dio a conocer en la famosa escena en que Marilyn se sujeta la falda que se levanta a causa del viento. Con su característico peinado y su lunar encima del labio, es un look muy recreado a la hora de escoger un disfraz.
A la par del clásico vestido que usó Monroe, está el vestido ceñido azabache que lució Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. El diseño de Givenchy que tuvo cientos de copias, desde versiones de noche hasta vestidos de novia, y consiguió posicionarse como uno de los más importantes y característicos del cine clásico. Además, los complementos generaban un look único: el collar de perlas, las gafas negras de sol, los guantes negros hasta el codo y el peinado recogido transmitían una armonía difícil de superar.
Kate Winslet y su interpretación de Rose en Titanic dieron mucho de qué hablar y no en vano Deborah Lynn Scott ganó el Oscar al mejor vestuario. Una de sus más recordadas elecciones es el lujoso vestido que lleva en la escena en que conoce a Jack. Se trata de un diseño en mangas cortas y escote cuadrado, con volantes y bordado íntegramente en pedrería. Probablemente sea la prenda más recordada de la película.
Otro de los diseños más importantes en la historia del cine fue el mítico traje de baile que Natalie Portman llevó en la actuación de Cisne Negro. Diseñado en conjunto por la vestuarista Amy Wescott, el director Darren Aronofsky y la firma española Rodarte, el vestido estaba compuesto por tules de máxima calidad, plumas y hasta cristales Swarovski. De hecho, la firma de joyas tuvo un rol fundamental ya que aportó 250.000 cristales para complementos y vestuarios.
Otro de los grandes vestuarios que pisaron fuerte la década pasada, fue el que Carey Mulligan lució en la película El Gran Gatsby, de 2013. En representación del glamour de los años veinte, la diseñadora de vestuario Catherine Martin trabajó en conjunto con Miuccia Prada para conseguir más de cuarenta vestidos que fueron lucidos a lo largo de la filmografía. La cristalería, las joyas y los brillantes eran característicos en el look.