La irrupción de Lady Gaga en la industria de la música significó un verdadero reseteo cultural. Las red carpets del mundo del espectáculo ya no serían las mismas. El concepto de música pop, tampoco. La artista vino a proponer un sonido y una estética que recupera lo mejor de los años ochenta. Volvieron los extensos videoclips cargados de simbología y de grandes sets y vestuarios. Una nueva noción de ídola pop surgió y con ella, Gaga se posiconó como una de las artistas más millonarias de la actualidad.
Seamos directos: el patrimonio de la cantante asciende a los 300 millones de dólares. No es de extrañar: ha vendido 28 millones de álbumes y más de 180 millones de sencillos. Su carrera dio un vuelco cuando abandonó la vertiginosa ola de la música pop para explorar en otros géneros: jazz (junto al legendario Tony Benett) música folk (con su álbum Joanne) o con tributos a grandes artistas como Elthon John o David Bowie.
No solo eso: su protagónico en A Star ir Born, que le valió una nominación a los premios Oscars, aumentó no solo su cachet, sino también su valor como artista multidisciplinaria y de prestigio. En su documental, Five Foot Two la cantante cuenta que su mayor anhelo es “crecer en esta industria, ser una mujer dentro de la música”. Envejecer en la industria musical no es fácil y menos en el pop.
La pregunta del millón es en qué gasta su fortuna Lady Gaga. El lujo más visible de todos: sus atuendos. Toda aparición pública de la cantante tiene un costo operativo inicial que se encarece por sus costosos outfits. Ascienden a la cifra de 50.000 dólares. Eso, sin olvidar su estilismo premium para la gran noche de los Oscar: lució una gema Tiffany de 120 años de antigüedad, la cual supera los 30 millones de dólares.
Por lo demás, gastos de estrella: tiene un jet privado, varias mansiones, una de ellas en Malibú y cuesta 20 millones de dólares, autos de alta gama, de colección, piezas de arte y un detalle muy particular. La cantante tiene una sala exclusiva para su colección de chaquetas de Michael Jackson. Su fanatismo por el rey del pop la hizo entrar en un millonario universo obsesionado en piezas que pertenecieron a grandes celebridades.