Los inicios de la década de los noventa trajeron consigo un hit que pasaría a la historia de la música pop. Con el lanzamiento del álbum Like a Prayer, Madonna compuso un single que se convertiría en su canción número uno. Luego vendría el voguing, un tipo de danza que significó una suerte de himno. El baile, que consiste en posar como si fuera una sesión para la revista Vogue, es una subexpresión artística que se desprende del universo de la cantante. Pero la reina del pop paga caro cada presentación donde canta Vogue.
El hit está inspirado en la época dorada de Hollywood. En él hay una parte estilo rap que nombra a los actores y actrices más destacados del cine y a los íconos de la moda de aquel entonces. Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Grace Kelly, Greta Garbo y hasta el jugador de béisbol Joe DiMaggio son nombrados en la canción de Madonna.
Pero los herederos de los derechos intelectuales de estas figuras emblemáticas reclaman un cachet cada vez que Madonna los nombra o usa proyecciones de sus fotografías. Quienes abultaron el costo de cantar Vogue fueron los herederos del patrimonio de Marlon Brando. Comenzaron a pedir 20.000 dólares por cada presentación en la que se lo mencione. Por una cláusula contractual, todos los mencionados actores pasaron a cobrar la misma cifra.
Además, los herederos de Marlon Brando reclaman a la artista 1.000.000 de dólares en derechos y propiedad de imagen. La canción se convirtió en parte fundamental de su repertorio. Quizás sea por eso que el equipo de la diva renegoció y cumplió con cada pago correspondiente. Se trata de un hit histórico que representa un himno para el movimiento LGBTIQ+ y posiciona a Madonna como a una leyenda del pop.