María Dolores Flores Ruiz, conocida artísticamente como Lola Flores y apodada la Faraona fue una de las más grandes artistas que España vio nacer y, tristemente, hoy se cumplen 26 años de su muerte, una noticia que marcó a sus seguidores y a toda una generación: ya que, si algo quedó en claro con su partida, es que nadie jamás podría ocupar su lugar.
La Faraona se destacó por su perfil polifacético: sus canciones, sus bailes flamencos, sus actuaciones, su forma de presentarse a la vida, relacionarse y de hablar. Todo lo que rodeó a Lola fue único e irrepetible y eso la convirtió en una de las personas más extraordinarias de la cultura española, en un símbolo, un ícono de una época en la historia de España.
Nació el 21 de enero de 1923 en Jerez de la Frontera, Cádiz, en el barrio de gran tradición flamenca de San Miguel. Desde muy joven, empezó a cantar en bautizos, fiestas privadas y en algunos espectáculos menores. Su debut oficial sucedió después de finalizada la Guerra Civil, el 10 de octubre de 1939, cuando tenía tan solo dieciséis años, en el espectáculo Luces de España con la compañía de Custodia Romero, en el teatro Villamarta de Jerez de la Frontera.
Su carrera fue en ascenso, al punto tal que Lola intervino en treinta y ocho películas. Su debut tuvo lugar en el año 1940 en la película “Martingala” del director Fernando Mignoni, donde se ponía en la piel de un pequeño papel, en el que interpretaba a una joven gitana y donde ponía bailaba junto a Pepe Marchena. Entre los largometrajes más destacados en los que participó la Faraona se encuentra un clásico de la década de 1940: Embrujo, de Carlos Serrano de Osma, un drama musical donde acompaña a su pareja sentimental y artística de aquel momento, Manolo Caracol.
También incursionó en el mundo musical, aunque sabía que técnicamente no calificaba como una cantante porque su voz no era perfecta, supo contemplarlo con su gran expresividad y carácter. La primera canción que grabó fue para el disco “Pescaero, percaero”. De esa misma etapa, destacan Pepa Banderas (1946), La Sebastiana y sobre todo La Zarzamora (1948). Entre sus discos se pueden nombrar “Ay Lola”, “España mía”, “Juerga flamenca”, “Mi mundial 82”, “La inimitable Lola” y sus canciones más recordadas son: "La zarzamora", "A tu vera", "Torbellino de colores", "¡Ay pena, penita, pena!".
Así mismo, participó en reconocidos programas y series de televisión. En cuanto a los primeros, siempre se hizo presente para cantar, bailar, concursar o ser entrevistada. Sin embargo, recién en la década de 1990 debutó como presentadora de su propio programa, faceta que finalizó prematuramente por su fallecimiento.
El 17 de mayo de 1995 se publicó en diversos periódicos españoles la desgarradora noticia de la muerte de Lola. En 1972, le diagnosticaron un cáncer de mama, que arrastró desde entonces, entre operaciones y tratamientos. Lola se negó a le amputaran un seno, porque ella creía que tal operación perjudicaría su carrera. Esa decisión, a la larga, le provocó la muerte el 16 de mayo de 1995 en su residencia de "El Lerele" en la urbanización de La Moraleja, situado en Alcobendas, a los 72 años de edad.
Su capilla ardiente quedó instalada en el Centro Cultural de la Villa, el actual Teatro Fernán Gómez de Madrid, en la plaza de Colón. En un ataúd abierto y un funeral épico, todos sus admiradores pudieron pasar a verla. Fue sepultada en el cementerio de la Almudena. Fue uno de los entierros más recordados por la gran concurrencia de público y retransmitido en directo por televisión.
Quince días después de su muerte, el 31 de mayo de 1995, su hijo Antonio Flores de 33 años de edad, fue encontrado muerto en la residencia familiar de "El Lerele", debido a una sobredosis de barbitúricos y alcohol.