El miércoles 29 de septiembre amanecíamos con la triste noticia de que Ana Martín, la madre de Isabel Pantoja (65), había fallecido a los 90 años en la finca Cantora debido a unos problemas respiratorios. Un suceso que ha marcado fuertemente a todo el clan Pantoja, puesto que la matriarca era muy querida.
A pesar de que en los últimos años la salud de Doña Ana había sufrido un importante deterioro debido a la enfermedad degenerativa que padecía –Alzheimer-, convirtiéndose en motivo de gran preocupación para la familia Pantoja, ella fue crucial para la carrera de la tonadillera, relegando su propia pasión artística.
Nacida en 1931, Ana era una sevillana de familia humilde y amante de la danza. En su juventud, Martín se convirtió en bailaora, llegando a formar parte del espectáculo de Juana Reina, artista por la cual sentía autentica admiración.
Sin embargo, al casarse con Juan Pantoja, Chiquetete, de Algeciras, hijo del cantaor flamenco Pipoño de Jerez, dejó su carrera artística y también aparcó su sueño para volcarse completamente a su familia. Algo que, por esa época, se esperaba que realizaran las mujeres. Pero su amor por el arte se mantendría vivo en su descendencia.
Madre de cuatro hijos, Ana notó rápidamente que su única hija, Isabel, poseía impresionantes dotes artísticas para su joven edad. Fue en ese momento que Martín supo que la única forma de cumplir su sueño de ser una estrella sería a través de su hija. Para ello, se entregó en cuerpo y alma a su “pequeña”.
Para esto, Doña Ana se encargó de que Isabel se rodeara de los mejores. De esta forma, el maestro Juan Solano y la diseñadora Lina se convertirían en dos grandes aliados para el dúo madre-hija. Al tal punto, que ambos serían considerados familia por parte del clan Pantoja.
En sus comienzos, Isabel siempre iba en compañía de su madre, era su asesora, su consejera, su maestra y su principal crítica. Testigos de aquella época recuerdan: “Los comienzos fueron duros y su madre siempre fue muy exigente y le decía la verdad. Aunque hubiera mucha gente adulándola, porque ella en el escenario era una gran seductora, su madre le recordaba cuando no estaba bien y por qué. Ella aceptaba sus críticas muy bien. Se llevaban estupendamente porque la madre adoraba a la hija y la hija a la madre también”.
Asimismo, Ana Martín fue la precursora del marketing. Cuando una jovencita Isabel iba paseando por las calles del centro de Sevilla, la madre se adelantaba unos pasos y, como si fuera una admiradora desconocida, comenzaba a gritar: “Ahí va la Pantoja, qué guapa, mira es ella”. La gente se deba vuelta y quedaba hipnotizada por la figura de la tonadillera. Sin lugar a dudas, una visionaria.