Nuevo día, nuevo programa, nuevo rosco y un nuevo enfrentamiento entre Pablo Díaz y Javier Dávila. Tal y como viene siendo habitual, la última instancia del juego puso a estos dos grandes concursantes frente a frente, en busca del 1,648,000 euros o la posibilidad de coronarse como campeón del día.
La competencia la ganó Pablo, como también viene siendo habitual, pero no pudo hacerse con el premio mayor. Esto trajo comentarios de todo tipo en las redes sociales. Algunos de apoyo, que hacían énfasis en lo talentoso que es y en que no debería bajar los brazos, y otros negativos, acusando a la producción de hacer trampa para favorecerlo, diciendo que a Javier se lo ponen más difícil o que había palabras sacadas de la galera, que no aparecían ni en Google. Hasta se pudo ver a algunos que lo agredían verbalmente o lo acusaban de pedante.
Hasta aquí nada diferente, es decir, es normal que haya este tipo de reacciones, tanto a favor como en contra, cuando un participante se destaca tanto como lo suele hacer Díaz. Lo que sí llamó la atención es que hubo muchas personas que manifestaron su descontento porque el programa "termina siendo lo mismo de siempre" y plantearon la necesidad de que haya un lavado de cara en los protagonistas. incluso hubo más de un par o tres de personas que dijeron que el programa buscaba forzar la situación, para que ninguno de los dos pueda llevarse el premio y sigan participando.
Suena lógico, porque por más cariño que se les tenga a Pablo Díaz y a Javier Dávila y por más entretenidos que sean sus choques, ya van demasiados episodios viendo a los mismos concursantes enfrentarse una y otra vez, triunfando, perdiendo o empatando, pero sin lograr quedarse con el Rosco, lo que no solamente le saca emoción al asunto, sino que hace que cada capítulo parezca una repetición del anterior y del anterior, y del anterior.