Hoy amanecimos con una de las noticias más importantes en el último tiempo: La ciudad de Chicago anunció que el próximo Lollapalooza será presencial, es decir, que tendrá público en vivo. Esto significa la vuelta de los recitales multitudinarios después de más de un año, algo que para muchas personas puede ser positivo, porque todos y todas extrañamos ir a este tipo de eventos, pero que nos obliga a preguntarnos ¿es realmente una buena idea?
La respuesta es sencilla y tajante: "No, está muy lejos de ser una buena idea". Si bien en algunos países la situación comienza a mejorar poco a poco, el virus ha demostrado más de una vez que no es bueno subestimarlo, porque cualquier tipo de relajación hace que regrese, recargado y de manera violenta,
Desde la organización prometen un sinfín de medidas de protección y diversos protocolos sanitarios que buscarán garantizar que esto no suceda. El problema no es ese, porque seguramente el recital no repercuta de manera negativa, sino el mensaje que se da y cómo éste puede afectar a la población.
La gente está desesperada por volver a la vida de antes y no se resigna a adaptarse a la nueva realidad. En cuanto las autoridades dan un poco de aire, en cuanto informan buenas noticias o se termina una fase estricta, las personas salen a la calle de manera multitudinaria, copando bares, plazas, restaurantes o juntándose con amigos y amigas, sin tener los recaudos necesarios. Un recital de estas proporciones puede generar la sensación de que "lo peor ya pasó", algo que está muy lejos de ser una realidad.
Todos y todas estamos cansados, agobiados y hasta derrotados por la pandemia. Añoramos lo que teníamos antes y queremos que vuelva, pero falta mucho para que esto suceda. Es importante que las autoridades y toda persona u organización con cierta influencia baje ese mensaje, porque, por más que suene desagradable, no se puede confiar en el público y en su sentido de responsabilidad.