Salir de la trampa, del bar de mala muerte, de aquel rincón oscuro debajo de la escalera. Cada vez son más las personas que se animan a vivir y expresar sus deseos libremente, sin miedo, plantándose y mostrando formas de amar y de relacionarse que desafían la norma, lo establecido. Cada vez hay más parejas que se atreven al amor libre, al intercambio y a muchas otras actividades que antes eran poco menos que una condena social garantizada.
¿Por qué sucede esto? Porque más gente se anima a experimentar. Aunque estas prácticas todavía encuentran resistencia por los sectores más conservadores, siempre existieron y estuvieron ahí, por más que no se asomaran a la superficie. Lo que cambió no es el hecho de que esto sucediera, sino que ahora se expone libremente y es un nuevo estilo de vida.
La búsqueda de la libertad y de explorar con los deseos, es lo que hace que toda una generación se replantee la estructura en la que está sumergida, que cuestione y se pregunte por qué se mantienen paradigmas y enseñanzas en las que no creen, que llevan años instaurados y que muchas veces responden a intereses y pensamientos arcaicos, que quedaron obsoletos desde hace mucho tiempo atrás.
En este marco se genera un entorno seguro, y menos culposo, en el que se hacen visibles tipos de vinculaciones que parten de la premisa de la no pertenencia, de la sinceridad, de la comunicación y de experimentar de acuerdo a los deseos que se tengan, sin reprimirse.
Desde ojos ajenos puede parecer algo difícil de entender, que incluso atenta contra las buenas costumbres. Sin embargo, la aparición del amor libre, de las relaciones abiertas o del intercambio de parejas, no invalidan ni pretenden eliminar la monogamia, solamente la ven como una forma más, como otra manera de amar.
Es por esto que cada vez más españoles y españolas, y más personas en el mundo, se sienten libres de experimentar sensaciones diferentes, sin condenar a nadie, sin mirar mal, y, sobre todo, respetando a quienes tienen al lado.