No es nada nuevo decir que la música sana, que puede servir como una excelente vía para que una persona saque toda la basura que acumuló en el interior de su alma y purgarse. Exorcizar los demonios. Liberarse. Y es en esta línea por donde transita el nuevo disco de Zahara, en el que volcó su angustia y su dolor para convertirlos en arte. Además, contó su triste historial de abuso, acoso y maltrato.
Pero no todo está escrito desde la ira, sino que también hay lugar para la reivindicación. Uno de los cortes de difusión del álbum, Dolores, se apoya en algunos fundamentos de la copla tradicional, pero, a la vez, la ubetense de 37 años le da la vuelta y la convierte en un canto a la mujer libre y a la manera de vivir el amor. Este nuevo trabajo viene a romper con la imagen más edulcorada que teníamos de la artista.
La catarsis que Zahara realiza en su nuevo disco se debe a varias historias que la marcaron. Desde pequeña sufrió acoso escolar. Los niños la maltrataban y se burlaban de ella, llegando incluso a juntar firmas en su contra. Ya desde entonces vivió el tormento de la culpa y la vergüenza. A los 18 años se fue a estudiar a Granada, pero la cosa no mejoró. Todo se sumaba a una experiencia muy traumática que vivió cuando niña, que ella sabía que estaba mal pero no sabía que había una palabra para definirla: abuso. Su corazón era un cóctel de sufrimiento.
Con los años, Zahara encontró en la música el refugio perfecto. Un lugar donde ser ella, donde expresarse, donde canalizar sus emociones. Debió soportar maltratos allí también, especialmente de las discográficas, que muchas veces logran empequeñecer al artista. Pero la cantante no lo permitió y siguió adelante. Con ocho álbumes editados, hoy camina con la frente en alto y no teme decir lo que piensa. Le hacía falta una última catarsis, y aquí está. Ahora sí se ha quitado ese peso de encima. Es nuestro turno de disfrutar de su obra.